Reflexión política | ¿Cómo se vive (no sobrevive) al caos del mundo?

Una opinión editorial para pensar (y sentir) la política a mitad de semana.

Hi Ruler,

Hace unos días me detuve frente a una ventana cualquiera. Afuera pasaban coches, gente con prisa, una madre regañando a su hijo por caminar demasiado lento, un ciclista esquivando el tráfico. Todo seguía girando. Yo, en cambio, me sentía suspendida en el tiempo, como si algo dentro de mí hubiera hecho pausa para preguntarse: ¿cómo se vive, realmente, en un mundo que parece estar desmoronándose? ¿Cómo no rendirse ante el caos? ¿Cómo no conformarse con sobrevivir y nada más?

Esta no es una pregunta que tenga una sola respuesta, ni una solución que pueda resolverse con una rutina matutina o una frase de autoayuda. Es una pregunta incómoda que vuelve una y otra vez, sobre todo cuando abrimos los ojos al mundo con honestidad. Cuando leemos las noticias, cuando nos duelen las injusticias que no vivimos directamente pero sentimos como propias, cuando la desigualdad se nos mete por las rendijas de la conciencia y no nos deja dormir del todo tranquilos.

Y sin embargo, estamos aquí. Vivimos. A veces resistimos. A veces celebramos. Otras veces nos dejamos caer. Pero seguimos. Y creo que eso, en sí mismo, ya es una declaración política: seguir viviendo con intención, con humanidad, con belleza, es resistir a la lógica de un mundo que nos quiere anestesiados, ocupados, asustados.

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El caos no es nuevo

Primero, dejemos algo claro: el caos no es una novedad del presente. Siempre ha estado ahí. La historia de la humanidad es también una historia de crisis: guerras, imperios caídos, pandemias, revoluciones, dictaduras, desplazamientos forzados. Lo que cambia es nuestra forma de enfrentarlo. Y, sobre todo, la posibilidad de no solo sobrevivir, sino vivir con sentido.

Hoy, sin embargo, la diferencia radica en la velocidad y el alcance. Vivimos expuestos a una sobredosis de información, a una hiperconectividad que nos hace testigos constantes del dolor ajeno y del propio. Y aunque eso tiene un potencial transformador inmenso, también puede ser paralizante. No fuimos diseñadas para digerir tanto sufrimiento en tan poco tiempo.

Entonces, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Nos desconectamos por completo? ¿Nos protegemos en burbujas de privilegio? ¿Nos resignamos? Yo no quiero hacer ninguna de esas cosas. Porque si bien el mundo está lleno de caos, también está lleno de gente que ama, que cuida, que lucha, que crea, que transforma.

Vivir es una decisión

En algún punto entendí que vivir —vivir de verdad, no solo sobrevivir— es una decisión diaria. Una decisión profundamente política y profundamente personal.